Estaba terminando de reproducirse todo un full album cuando justo en
ese momento se me llenaron de caracteres los pensamientos. Hacía mucho no me
pasaba, estaba pensando que nunca más iba a volver a ser capaz de escribir como
otras veces lo había hecho. Me imaginé a mí en un futuro corriendo desde mi
casa hasta la otra punta de la ciudad, tratando de llegar a tiempo a donde sea.
Incapaz de pensar en otra cosa que no sean responsabilidades. Me asusta el
futuro y el pasar de los años, me asusta en lo que puedo llegar a convertirme.
Me aterra pensar que un día ya no voy a ser joven y estos días se van a
terminar y todas las cosas que no estoy haciendo ahora tienen fecha de
expiración. Todo tiene fecha de expiración.
Por eso estoy acá con mis 20 años preocupada por vivir por y
para lo que me gusta, así cuando llegue a los 45 años pueda evitar ayuda
psicológica y capaz pueda conseguir estar feliz y tranquila de que hice todo lo
que se me cantó el culo. Capaz a veces se me olvida un poco de que no tengo una
familia que mantener (gracias a cristo) y necesito de esas cosas que me dan una
trompada para recordarme qué soy y qué quiero, y cuántos años tengo, por el
amor de dios. De esos “cables a tierra” que la gente tanto habla.
Necesito de la buena música, de la buena compañía, de nuevos
lugares, de no quedarme con las ganas de probar cualquier cosa que me llame la
atención.
Porque al final llegué a unas conclusiones las cuales
durante el viaje me repetí varias veces y traté de ponerlas en contexto para
confirmar que sí, tienen mucho sentido:
Cada uno de nosotros tenemos un profundo sentimiento
reprimido muy bien escondido. Detrás de cada renegado hay una gran represión.
Detrás de todas esas caras desahuciadas que vemos por la calle hay un “qué
hubiera pasado si…?”
Detrás de cada pasión hay una gran frustración. Estoy
señalando a eso que se admira de lejos. Esa pasión que te hace sentir que
simplemente no naciste para formar parte de todo el mundo increíble que la
conforma, pero aun así te llena de felicidad desde la cabeza hasta la punta de
los pies.
Y todo esto atrae al sentimiento de aterro de no caer en la
cotidianidad y de repetirse como un disco rayado: “hace lo que quieras, ni más
ni menos”
Y detrás de esta nota hay un comentario que me llevó a
pensar lo que anteriormente dije: Nunca más voy a volver a escribir.
Y acá estoy.